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La Ley del Espejo

Dice la ley del espejo que lo que vemos en los demás es en realidad un reflejo de lo que tenemos dentro nosotros mismos. Y gracias a ella podemos aprender a gestionar nuestros problemas con otras personas (familiares, amigos, en el trabajo, etc.) a partir de unos ejercicios con nosotros mismos. Las cosas que nos molestan Hay cosas que siempre nos molestan. Que nuestros padres quieran controlar demasiado nuestra vida, que nuestros hijos no sean sinceros con nosotros, que no se nos valore en el trabajo... Siempre esperamos que los demás actúen de una determinada manera y, a pesar de eso, en muchos casos nos sentimos defraudados. Sin embargo, ¿somos conscientes que tal vez nosotros también les estamos defraudando en otras cosas? Como primer ejercicio hay que hacer una lista con todas las cosas que nos molestan de las personas que nos rodean. Nuestras cosas que molestan a otros Pero ahora vamos a hacerlo al revés, y haremos otra lista poniendo cosas que puedan molestar o haber molestado en algún momento a esas personas. Para hacerla debemos ser sinceros y autocríticos con nosotros mismos. No somos perfectos, somos humanos, y sabemos que nos hemos equivocado muchas veces. Por eso es importante aprender a ser empáticos, es decir, a ponernos en el lugar del otro. Qué dice la ley del espejo La ley del espejo nos enseña que si en realidad sentimos algo negativo hacia una persona, la causa está en nosotros, y no en la otra persona. Por ejemplo, que si nos sentimos ofendidos por algo que nos han dicho, eso es porque también nosotros estamos ofendiendo a alguien, tal vez no a esa persona pero sí a otra. Y si aprendemos a darnos cuenta, y sobre todo a evitarlo, posiblemente también dejaremos de sentirnos ofendidos nosotros por eso que nos dicen. Es curioso como no todas las personas reaccionamos igual ante la misma situación. Porque no todos somos iguales.

Un ejercicio práctico Vamos a elegir una de esas personas de las que no soportamos alguna cosa, por la cual nos sentimos heridos, ofendidos o enfadados, y vamos a hacer una lista con cosas que nos gustaría agradecerle. En algunos casos esto nos puede sorprender mucho e incluso incomodar, y deberemos hacer un gran esfuerzo, pero valdrá la pena. Seguro que alguna vez ha hecho algo por nosotros o por algún familiar nuestro, ha tenido algún detalle, nos ha ayudado en algo, etc. Dedicaremos el tiempo que haga falta. A continuación, todavía más difícil, haremos una lista exponiendo cosas por las que nos gustaría pedirle perdón, aunque sean pequeños detalles. Tal vez la hemos mirado mal, le hemos faltado al respeto o nos hemos olvidado de agradecerle algo. Hasta aquí será un verdadero ejercicio de humildad, pero el tercer y último paso es sólo para las personas más valientes. Nos pondremos en contacto con esa persona (personalmente, por teléfono o por carta), le daremos las gracias por todos los motivos apuntados en la lista, y le pediremos perdón por todas las cosas de la segunda lista. El resultado Este ejercicio anterior puede parecer una locura, puesto que muchas personas son demasiado orgullosas para llevarlo a cabo, o bien piensan que tendría que ser al revés, que son ellos los que deberían recibir los agradecimientos y dar el perdón. Pero el resultado suele ser sorpendente, y esas personas de las que jamás se esperarían un mensaje así suelen reaccionar de manera muy positiva y emocional. ¿Cuándo, cómo, con quién…? Este ejercicio podemos hacerlo siempre que queramos y con quien tengamos necesidad. Es un ejercicio práctico que casi siempre da resultados. Y tan sencillo, aunque no fácil, que vale la pena probarlo, sobre todo con las personas a las que más

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