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Escuchar quejas y advertencias en la infancia: Causa de la ansiedad en la vida adulta

La Ansiedad Generalizada en el adulto se caracteriza por una sensación de preocupación constante basada en la anticipación de acontecimientos futuros. El adulto con Ansiedad Generalizada fue un niño que aprendió que estar preocupado era su forma de conectarse con la vida.

La preocupación es una forma de evitación de la realidad, una excusa ante el miedo a la incertidumbre. Un espíritu de lucha y creatividad anulados por la escucha de continuas quejas, preocupaciones, lamentos del pasado y advertencias inespecíficas de peligro.

El miedo y la evitación: una forma de justificar la queja

Los momentos más críticos que harán que la ansiedad se cronifique tienen lugar en los primeros años de juventud, sin embargo esta ansiedad puede tener su origen en la propia infancia. La niña que estaba llena de curiosidad mirando a través de la ventana nunca logró bajar del coche y llevar a cabo lo que ella soñaba.

Quedó inhabilitada por consejos que no le valían, con advertencias de seguridad sin existir peligro, los continuos comentarios y advertencias sobre los riegos y la inconveniencia de sus conductas, anularon su espíritu emprendedor. Ante el constante enjuiciamiento y cuestionamiento de lo que hace, su autoestima se ve mermada y prefiere evitar, dejar sin terminar actividades e intentar justificarse de otra manera, sobredimensionando la dificultad de la tarea, y con ello su falta de determinación.

La niña vivaracha se ha quedado al principio de un puente. Parece que la gente lo atraviesa con facilidad y va asumiendo la vida adulta, como si hubiesen existencias limitadas. La niña antes del puente está paralizada porque no paró de escuchar quejas y advertencias. Hacerse adulta le viene grande.

Hacer y Afrontar: una forma de salir del bucle ansioso

Existen pocas acciones tan contraproducentes como la de decirle a alguien que padece ansiedad, que deje de tenerla, como si fuera un garabato a lápiz que se borrara con dos pasadas de goma. La persona que padece ansiedad necesita tiempo para deconstruir un sistema de alerta anómalo, que está sobreactivado respecto cualquier asunto o tarea.

Además, suele preocuparse por experiencias en las que “falló” en el pasado y muchas veces se culpabiliza de todo placer experimentado, desde la compra de una prenda de ropa hasta una salida con amigas. Parece que el placer no forma parte de su modo de experimentar la vida pues, después de la paz, cualquier “cosa mala” puede suceder.

Lo más conveniente en una persona que padece este trastorno es que empiece a convivir con sus experiencias internas de ansiedad sin que ello suponga renunciar al hecho de VIVIR. Esto parece complicado, pero en realidad el único remedio válido para la ansiedad es todo lo contrario a la evitación: “el afrontamiento” y seguir con un plan establecido previamente es la forma más efectiva de que se pueda utilizar para atravesar ese puente hacia la independencia.

Muchas veces este trastorno es confundido con otros como la depresión, fobias o conductas obsesivas, su diagnóstico puede ser tardío. Comenzar el tratamiento además de estabilizar al paciente es complejo.

Un tratamiento multidisciplinar, integrado y que recabe el compromiso de la persona afectada es clave para que esta deje de contemplar la vida a través de sus pensamientos y se atreva a vivirla. De otra manera, desde la lejanía los monstruos siempre proyectarán sombras grandes y paralizantes, como las sombras confusas y amenazantes que la niña veía por la ventana del coche.

Cristina Roda

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