MIEDO A NO VALER LO SUFICIENTE
SINDROME DEL IMPOSTOR
Por Helen Flix
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Hoy hablamos de uno de los motivos de mal estar cada vez más recurrentes para pedir ayuda en consulta. Y tal como hemos ido gestionando los mensajes familiares, escolares y sociales cada vez serán mas personas las que sufrirán en silencio esta percepción dolorosa de si mismos. “El miedo a no valer lo suficiente”
Por un lado, el exceso de protección unido a la exigencia de superación por parte del entorno más cercano y por otro las redes sociales donde solo se muestra la parte bonita, exitosa y feliz de nuestras vidas. En la mayoría pura pantomima.
Pero vayamos paso a paso para entender ¿Qué es? Y ¿Cómo se construye este miedo?
¿A quién no le ha pasado en algún momento exigirse tanto que termina sufriendo y aún más frustrado?
Sentir que no estamos a la altura, nos desanima y al mismo tiempo eso da paso al miedo y la inseguridad.
¿De dónde proceden esas sensaciones?
Desear prosperar o crecer profesionalmente, es algo bueno, desde luego. El problema llega, en cuanto, esa exigencia proviene de “un juez interno” o “externo” y no nos permite que alcancemos nunca esas expectativas porque se rige por comparativas ideales que posiblemente no encajen conmigo o con ningún ser humano. El origen del problema es la gestión de las emociones relacionadas con el miedo y la inseguridad.
¿ESTAR A LA ALTURA DE QUÉ Y PARA QUIÉN?
Os presento a esos jueces que todos llevamos dentro.
El Juez interno
En este caso las personas llevan al enemigo dentro en forma de juez implacable.
Es esa voz interior que nos repite, una y otra vez, que no estamos a altura por miedo o que tenemos algún defecto o carencia o que no conseguimos hacer las cosas como las hace tal o cual persona. Esa sensación de no conseguir ser de esa u otra forma provocando que nos critiquemos constantemente.
Por ejemplo: en materia de inteligencia, cultura, aspecto físico, valía en el trabajo, etc.
Mientras el que teme el juicio de los otros se mantiene siempre atento a las señales que el resto del mundo le envía, aunque en la mayoría de los casos tienda a malinterpretarlos, el que lleva el juez dentro a menudo se mantiene impermeable a las señales que proceden del exterior. Los demás le reconocen méritos y cualidades, pero pese a todo siguen sintiéndose inadecuados. Cuando el juicio es interior, los miedos dominantes son: el miedo a la inadecuación y el miedo al fracaso
Otras veces es el “juez externo” o la sensación de que la sociedad te impone unos estándares que no puedes alcanzar
Hay quien teme ser juzgado solo por quien el o ella considera superior -por ejemplo, en el trabajo-, pero no tiene ningún temor cuando está con los colegas o con los amigos; hay quien teme el juicio solo de las personas que conoce, y quien en cambio teme, solo el juicio de los desconocidos, hasta llegar a quien se siente juzgado en todas las circunstancias sociales, incluso mientras hace la compra.
También el contenido del juicio temido puede variar mucho: unos temen ser juzgados desde el punto de vista intelectual otros por las características estéticas o de personalidad... Por ejemplo: No haber ido de Erasmus, no hablar un inglés nativo siendo de otro país, no ser tan alta como tus mejores amigas o demasiado alta con relación a ellas. Son los otros los que te hacen sentir mal, de menos incluso.
La percepción de un juicio exterior puede derivar en los siguientes miedos: miedo a exponerse, miedo a la impopularidad, miedo al conflicto y miedo al rechazo.
El “Juez Oculto” se esconde detrás de síntomas de otro tipo de problema o trastorno. Con frecuencia son personas muy capaces y de éxito, que sienten una gran vergüenza ante la idea de mostrar alguna debilidad o imperfección, y han organizado su vida para evitar que esto ocurra, en la mayoría de los casos sin tener demasiados problemas.
También es cada vez más frecuente que acudan a psicoterapia personas que tienen fobia a conducir-limitada (como el miedo conducir por autopista) o generalizada (miedo conducir en todos los casos)-y la base del miedo no es la posibilidad de encontrarse mal durante la conducción o de perder el control del vehículo (percepciones fóbico-obsesivas típicas) sino el temor a que los otros conductores la juzguen
Cuando uno construye aquello que luego sufre.
La realidad no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos con aquello que nos sucede.
Estrategia para reconocer tu propio valor
En lugar de preguntarnos “¿por qué?”, la pregunta que nos llevara a encontrar las soluciones es “cómo”.
Es decir, ¿cómo funciona el miedo a no sentirse a la altura?, ¿cómo lo ha construido la persona y qué hace para seguir alimentándolo?
Solo desde la comprensión de la solución que la persona ha aplicada al problema, el problema podrá ser erradicado.
Por tanto, en consulta intentamos averiguar primero: ¿dónde está el juez? ¿En tu interior o en tu exterior?
Si se encuentra en tu exterior, averiguaremos si tu miedo es a no estar a la altura de los demás y/o de la sociedad. Miedo a las señales del mundo. Miedo a la impopularidad, al conflicto o al rechazo.
Si por el contrario se encuentra en tu interior, para ti nunca es suficiente. Se trata de una Voz interior que va a todas partes contigo y te empuja a necesitar ser más y mejor, pero piensas que tu éxito proviene del factor suerte y por tanto, tu mérito no es importante porque no lo has logrado tú, te ha caído del cielo o ha sido pura casualidad. Este miedo lleva a no sentirse adecuado y aboca al fracaso.
Parafraseando a Séneca, “vaya donde vaya un hombre siempre se lleva a él mismo consigo, y no hay modo de huir de esta condena”.
Seguramente, la persona ha intentado ya diferentes cosas para cambiar su estado permanente de aislamiento: animarse, hacer cosas, mantenerse activos, tomar decisiones…Sin embargo, no ha funcionado.
Ha esto lo llamamos Soluciones Intentadas, estas en algún momento de nuestra juventud o infancia nos sirvieron para calmar las sensaciones desagradables de nerviosismo o angustia que sentíamos frente al miedo, pero al ir creciendo y empoderándose la voz del juez con las experiencias vitales estas soluciones dejan de ser funcionales, dejan de tener la utilidad para la que las creamos, y en muchas ocasiones terminan siendo parte del problema y aumentándolo.
Se convierten en las Soluciones diabólicas. Termino que acuño Víctor Amat y me gusta.
Esto ocurre porque el cerebro es perezoso debido a que necesita no consumir demasiado porque si no deja al cuerpo sin combustible, por eso suele elegir caminos conocidos cuando ha de resolver algo, lo natural es que trate de hacerlo como siempre lo ha hecho y esa es la estructura de la Solución Intentada que se convierte en disfuncional: “se mantiene porque al cerebro le cuesta probar soluciones radicalmente diferentes”
Respecto de los intentos disfuncionales llevados a cabo por quien teme no estar a la altura, podemos distinguir algunos guiones perceptivo reactivos concretos y utilizando un término más evocador “psicotrampas” de Giorgio Nardone
1. La principal psicotrampa del pensamiento es subestimar-sobreestimar. Como sostenía John Weakland, la mayoría de los problemas que producen psicopatologías nacen de la tendencia a sobreestimarnos o a subestimarnos a nosotros mismos, a los demás y a la realidad.
2. Otra psicotrampa del pensamiento que aparece muy a menudo en este tipo de miedos es la de “lo siento, por tanto, existe”.
El mecanismo consiste en atribuir a alguien o algo ciertas propiedades, pero no por haberlo verificado empíricamente, sino solo a partir de nuestras sensaciones.
Las psicotrampas de la actuación más frecuentes son:
A) La evitación: Que, si por un lado nos hace sentir seguros, por otro confirma nuestra incapacidad para afrontar y superar las dificultades.
B) Pedir ayuda: Confirma nuestra incapacidad para hacer las cosas por nosotros mismos.
C) El exceso de control: El efecto “venenoso” se manifiesta de dos modos: en el primer caso, el exceso de control conduce a la pérdida de este y en el segundo caso, tenerlo todo bajo control o querer hacer las cosas de manera perfecta, funciona al principio tan bien para calmar el miedo que se convierte en una necesidad a la que la persona no puede renunciar.
D) Defenderse anticipadamente: Si nos anticipamos en la defensa, el otro también hará lo mismo con nosotros. Comienza así una escalada de desconfianza y de posturas defensivas que impide construir relaciones sanas. La defensa preventiva se vuelve, como un bumerán, contra quien quería protegerse, confirmándole más la exigencia de defenderse y el autoengaño de vivir en un mundo poblado de enemigos. también pueden ser las medidas preventivas: llevo un bolígrafo concreto y el examen me saldrá bien, tomo cada vez que he de hablar en público o actuar un tranquilizante, etc.
E) Renunciar: cuando la desconfianza en las propias capacidades lleva a renunciar a enfrentarse a las pruebas que la vida nos presenta, lo único que se consigue es confirmar la presunta incapacidad, hasta convertirla en real.
El síndrome del impostor: ¡tarde o temprano descubrirán que soy un bluf!
En el miedo a la inadecuación, en cambio, la relación más crítica es la que existe entre uno mismo y uno mismo: la persona convive con un juez interior severo, a menudo despiadado, que puede convertirse en un verdadero inquisidor o perseguidor interior. Hagan lo que hagan, estas personas nunca se sienten completamente adecuadas, por no decir claramente inadecuadas. Insensibles a las señales del mundo exterior cuando estas tienden a confirmar su adecuación, son muy buenas a la hora de destacar cualquier pequeño error o carencia que confirme su inadecuación.
Para ellos “el éxito vale cero, y el fracaso vale por cuatro”.
Se parte de la hipótesis errónea de que para ser adecuados hay que ser perfecto; de ahí que la más pequeña imperfección se viva como una inadecuación insuperable.
Estas personas se esfuerzan mucho más que las que no han de demostrarse a diario su propio valor, de modo que acaban obteniendo óptimos resultados y, por tanto, aumentando las exigencias y expectativas de los demás.
El incremento de las responsabilidades avanza formando una espiral paradójica, en la que la diferencia entre la altura del listón y la sensación de incapacidad de superarlo aumenta cada vez más.
Experimentan un “éxito catastrófico”: cuanto más se esfuerzan por silenciar a su Inquisidor interno, más poder le dan para juzgarlas, gracias a las mayores responsabilidades asumidas y a las expectativas que generan en los demás.
En el ámbito profesional, donde el guion permite desempeñar funciones de gran responsabilidad, la sensación de la persona que vive este miedo es a menudo la de ser una especie de “impostora”, alguien que finge ser lo que no es y que, antes o después, será inevitablemente desenmascarado. Si esto no ha sucedido ya es solo cuestión de suerte, que, por desgracia, no durará eternamente.
La persona vive, por tanto, en una especie de alerta constante, como si fuera consciente de que en cualquier momento podría ocurrir la inevitable tragedia. En la versión más extrema, es como si esta tuviese que luchar a diario con un auténtico perseguidor o inquisidor, que se manifiesta en forma de pensamientos recurrentes o de una voz interna que mina continuamente la confianza en los propios recursos y capacidades personales. El miedo puede oscilar entre las formas más leves propias de quien se siente siempre un poco inseguro, pero vive su vida con éxito, y las más graves de las patologías invalidantes, por lo general trastornos fóbicos-obsesivos, paranoicos o depresivos
LAS SOLUCIONES INTENTADAS PROPIAS DE QUIEN TEME SER INADECUADO SON:
A) Hipercontrol.
B) Delegación, petición de ayuda o de seguridad.
C) Autoseguridad: cuando aparece el inquisidor, es como si la persona estuviera constantemente absorta en un diálogo interno con esta voz. Cuanto más intenta asegurarse, más refuerza al inquisidor, que acaba masacrándola aún más.
D) Renuncia
Vamos a poner un Ejemplo de un caso real
Es una CEO de una agencia de comunicación corporativa, es una mujer con grandes habilidades comunicativas y que se ha ganado el puesto con esfuerzo:
Presento su demanda explicando lo siguiente: “Estoy aquí porque soy muy insegura. Siempre me siento inferior a los demás, no tengo confianza en mí misma”.
Pregunta habitual para ir acotando lo que le ocurre a la persona:
¿Te ocurre siempre o solo en algunas circunstancias?
La respuesta fue: “Prácticamente en todo lo que se refiere al trabajo. Vivo con el terror de que los otros se den cuenta de que no soy tan buena como creen; cada vez que se me exige hacer algo nuevo, creo que entonces me descubrirán”.
Le respondo: “si te he entendido bien, y corrígeme si me equivoco, es como si te considerarás una especie de bluf, que tarde o temprano alguien descubrirá”.
*En este caso y como se hace cuando la persona tiene dificultades para describir detalladamente el problema que hay que resolver, decido explorar la otra cara de la moneda, de modo que le pregunto:
- ¿Qué otra cosa diferente harías sí, como por milagro, de repente estuvieses segura de ti misma y no pensaras más que eres un bluf?
Me responde: En primer lugar, no pasaría la tarde controlando de nuevo las actividades realizadas hoy para estar seguro de no haber cometido errores; por fin podría pasar una velada tranquila con mi pareja y mis hijos. Mañana me despertaría serena y contenta de ir a trabajar y, en la reunión matutina, diría realmente lo que pienso en vez de escuchar en silencio. No le pediría a mi ayudante que volviera controlar los trabajos más complejos y me propondría alguna nueva actividad estimulante, que ahora procuro evitar por miedo.
Si nos fijamos nos describe su solución intentada de hipercontrol, Autoseguridad, delegación (petición de ayuda) y renuncia.
En este caso trabajamos con la fantasía del milagro y la pregunta del cambio.
Le pido a la paciente: “Desde este momento hasta que volvamos a vernos, querría que todas las noches, antes de acostarte, te planteases una fantasía parecida a la que le acabo de proponer.
Imagínate que te acuestas y que durante la noche se produce un milagro. A la mañana siguiente, al levantarte por fin te sientes segura de ti misma: ya no eres un Bluf, sino una persona consciente de tus propias capacidades.
Cuando te hayas imaginado el milagro, pregúntate: ¿qué otra cosa diferente haría esta mañana, en la jornada concreta que me espera, si por un milagro estuviera completamente segura de mí?
Y toma nota de todas las respuestas que se te ocurran, incluso de las más absurdas. Durante el día siguiente vive tu vida normalmente; por la noche, antes de replantearte la pregunta del milagro para el día siguiente, controla lo que habías escrito la noche anterior y, si alguna cosa se hubiera hecho realidad de modo completamente espontáneo, señálalo.
En nuestro próximo encuentro deberás traerme todas las respuestas”.
“A lo largo de las semanas, había empezado a reducir tanto las peticiones de ayuda como los controles excesivos de su trabajo, descubriendo que las cosas no le iban tan mal”.
Evidentemente cada caso es diferente y se ha de adaptar “ad hoc” para cada persona y caso.
Al final se trata de gestionar a tus jueces que siempre vayas donde vayas te acompañarán, pero jugarán a tu favor y no en tu contra.
Y para finalizar este podcast me gustaría recomendarte unos libros:
. El engañoso miedo a no estar a la altura de Roberta Milanese
. Mindfulness para vivir sin Miedos. Helen Flix
Espero que os haya sido de utilidad.
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En Instagran @Helen Flix
En Fb. Helen Flix Y Helen Flix Escritora
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